1

1

La habitación y media (suponiendo que esa unidad espacial tenga sentido en otra lengua que no sea el ruso) donde vivíamos los tres tenía suelo de madera y mi madre protestaba enérgicamente contra los hombres de la familia, en particular yo, que siempre andaban de acá para allá en calcetines. Insistía en que había que llevar zapatos o zapatillas constantemente. Al tiempo que me amonestaba con respecto a este punto, evocaba una vieja superstición rusa que, según ella, aseguraba que era de mal agüero andar de aquella manera, porque podía acarrear una muerte en la familia.

Es posible, por supuesto, que mi madre tuviese por incivilizada esa costumbre, que la considerase simplemente una falta de educación. Los pies de los hombres huelen y aquella época era anterior a la de los desodorantes. Yo pensaba que, efectivamente, si el parquet estaba pulimentado, era fácil resbalar y caerse, especialmente si los calcetines eran de lana. Y si el que caía era viejo y frágil, las consecuencias podían ser desastrosas. La afinidad del parquet con la madera, la tierra, etc., se extendía en mi mente a todo el terreno que pudiera encontrarse bajo los pies de nuestros parientes próximos y lejanos que vivían en nuestra misma ciudad. La distancia importaba poco, el terreno era el mismo. Tampoco el hecho de vivir al otro lado del río, donde con el tiempo yo alquilaría un apartamento o habitación para mí solo, constituía excusa, ya que en aquella ciudad había abundancia de ríos y canales y, aunque los había lo bastante profundos para que por ellos circularan barcos camino del mar, la muerte, pensaba yo, siempre los encontraría someros o, con su manera subterránea de proceder, podría atravesarlos reptando por debajo de ellos.

Mi madre y mi padre han muerto y yo me encuentro a orillas del Atlántico; hay, pues, mucha agua entre dos tías supervivientes, mis primos y yo: un verdadero abismo, capaz incluso de liar a la misma muerte. Así es que ahora puedo andar a placer en calcetines, ya que no tengo parientes en este continente. La única muerte que puedo provocar en la familia es presumiblemente la mía, aunque esto supondría mezclar transmisor con receptor. Las desigualdades de esta unión son pequeñas, y esto es lo que distingue la electrónica de la superstición. Con todo, si no piso esos anchos tablones de arce canadiense con mis calcetines no es ni por esa certidumbre ni por instinto de conservación, sino porque sé que mi madre no lo aprobaría. Supongo que quiero dejar las cosas tal como estaban entonces en mi familia, ahora que soy lo único que queda de ella.



Добавить комментарий

  • Обязательные поля обозначены *.

If you have trouble reading the code, click on the code itself to generate a new random code.