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Sin embargo, fue él quien, habiéndose tropezado conmigo en la calle, en pleno día, en ocasión de haberme fugado de la escuela, y habiéndome pedido una explicación, al contestarle yo que tenía un dolor de muelas insoportable, me llevó derecho a la clínica dental, donde hube de pagar mis mentiras con dos horas de pánico. Pero también fue él quien se puso de mi parte en el Consejo Pedagógico cuando estuve a punto de ser expulsado de la escuela por problemas disciplinarios.
– ¡Cómo se atreve! ¡Y vestido con el uniforme del ejército!
– De la marina, señora -dijo mi padre-. Y lo defiendo porque soy su padre. No es extraño. Hasta los animales defienden a sus cachorros. Incluso Brehm lo dice.
– ¿Brehm? ¿Brehm? Informaré a la organización del Partido de su respuesta.
Cosa que hizo, efectivamente.