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Naturalmente, Constantino no podía saber esto. Supongo que intuyó que Roma ya no era lo que fue. El cristiano en él se combinó con el gobernante de un modo natural y mucho me temo que profético. En aquel mismo «Con este signo vencerás» suyo, el oído discierne la ambición de poder. Y este «vencerás» fue «conquistarás», mucho más de lo que él imaginara, puesto que en Bizancio la cristiandad se sostuvo durante diez siglos. Pero su victoria, y lamento decirlo, fue pírrica. La índole de esta victoria fue lo que movió a la Iglesia occidental a separarse de la oriental. Es decir, la Roma geográfica de la proyectada, de Bizancio. La Iglesia esposa de Cristo de la Iglesia esposa del estado. Y es muy posible que en su impulso hacia el este, Constantino se viera guiado, de hecho, por el clima político de Oriente…, por su despotismo sin ninguna experiencia en democracia, congénito con sus propias dificultades. De una manera o de otra, la Roma geográfica todavía conservó algunos recuerdos de la misión del senado. Bizancio no tenía tales recuerdos.



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