13

13

Hay lugares en que la historia es insoslayable, como un accidente en la carretera, lugares donde la geografía provoca la historia. Tal es Estambul, alias Constantinopla, alias Bizancio. Un semáforo estropeado, con los tres colores brillando al mismo tiempo. No rojo-ámbar-verde, sino blanco-ámbar-marrón. También, desde luego, azul, por el agua, por el Bósforo-Mármara-Dardanelos, que separa Europa de Asia…, pero ¿los separa? ¡Ah, todas esas fronteras naturales, esos estrechos y Urales nuestros! Qué poco han significado nunca para ejércitos o culturas, y todavía menos para no-culturas… aunque para los nómadas bien pueden haber representado, en realidad, un poquitín más que para los príncipes inspirados por el principio lineal y justificados de antemano por una arrebatadora visión del futuro.

¿Acaso no triunfó la cristiandad precisamente porque proporcionaba un fin que justificaba los medios, porque temporalmente -es decir, durante toda la vida de una persona- la absolvía de responsabilidad? ¿Porque el paso siguiente, cualquier paso, cualquier dirección, se tornaba lógico? ¿No era-la cristiandad, al menos en el sentido espiritual- un eco antropológico de una existencia nómada, su metástasis en la psicología del hombre, el colonizador? O, mejor todavía, ¿no coincidió simplemente con unas necesidades puramente imperiales? Por sí sola, la paga apenas podía bastar para poner en marcha a un legionario (el significado de cuya carrera radicaba precisamente en una bonificación por un servicio prolongado, la desmovilización y la adquisición de unas tierras de cultivo). Había de tener, además, una inspiración, pues de lo contrario las legiones se transformaban en aquel lobo al que sólo Tiberio podía contener agarrándolo por las orejas.



Добавить комментарий

  • Обязательные поля обозначены *.

If you have trouble reading the code, click on the code itself to generate a new random code.