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Hablando de sueños, esta mañana, a primera hora y en el Pera Palace de Estambul, también yo he visto algo…, y algo totalmente monstruoso. La escena tenía lugar en el Departamento de Filología de la Universidad de Leningrado, y yo bajaba por la escalera con alguien al que tomé por el profesor D. E. Maximov, salvo que se parecía más bien a Lee Marvin. No logro recordar de qué estábamos hablando, pero esto no importa. Me llamó la atención una escena de furiosa actividad en un rincón oscuro del pasillo, donde el techo descendía hasta ser extremadamente bajo. Vi allí tres gatos que luchaban contra una rata enorme, casi un gigante al lado de ellos. Mirando por encima del hombro, advertí que uno de los gatos había sido destripado por la rata y se retorcía en el suelo con las convulsiones de la agonía. Opté por no presenciar el desenlace de la batalla -recuerdo únicamente que el gato se quedó inmóvil- y, cambiando observaciones con Marvin-Maximov, seguí bajando por la escalera. Desperté antes de llegar al vestíbulo.

En primer lugar diré que adoro a los gatos. Después, hay que añadir que no puedo soportar los techos bajos; que aquel lugar sólo se parecía vagamente al Departamento de Filología, que por otra parte sólo tiene dos pisos; que su color pardo grisáceo sucio era el de las fachadas e interiores de Estambul, especialmente las oficinas que yo había visitado los días anteriores; que allí las calles son retorcidas, sucias, espantosamente pavimentadas, y que en ellas se acumulan las basuras, constantemente registradas por famélicos gatos locales; que la ciudad, y todo lo que hay en ella, huele intensamente a Astracán y Samarcanda, y que la noche anterior yo había tomado la decisión de marcharme… Pero de esto hablaré más adelante. De hecho, había ya lo suficiente como para contaminar el subconsciente.



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